Autor: Infopack
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) difundidos en abril de 2020, la prevalencia mundial de la obesidad prácticamente se ha triplicado entre los años 1975 y 2016. Para luchar contra este mal, la OMS apunta a varias estrategias, entre las que cabe destacar el aumentar el consumo de frutas y verduras. En este sentido, se recomienda el consumo de cinco piezas de fruta y verdura cada día. Sin embargo, el ritmo de vida actual no permite en ocasiones, o al menos dificulta la ingesta de ciertos grupos de alimentos frescos, entre los que se incluyen las frutas y verduras. Para salvar este problema, cada vez más, las empresas recurren a nuevas tecnologías para el tratamiento postcosecha y envasado de estos productos, intentando simplificar y facilitar su consumo, alargar su vida útil y mejorar su calidad durante mayor tiempo.
Las frutas y verduras son productos “vivos” y, por tanto, aun separados de la planta, continúan activos los procesos metabólicos, como la respiración. Este hecho les proporciona unas características especiales que han de tenerse muy en cuenta a la hora de seleccionar el sistema de envasado óptimo. Por otro lado, si bien los requisitos del producto son esenciales a la hora de encontrar un sistema óptimo para el envasado de los productos, hoy en día cobra una especial relevancia el aspecto medioambiental. En este sentido, la sostenibilidad de los productos hortofrutícolas debe plasmarse ya no solo en términos de agricultura sostenible, que optimice los recursos que se necesita para la producción, sino también en los envases y embalajes utilizados durante las etapas de transporte, almacenamiento y consumo.
El término de “producto hortofrutícola” aglutina numerosos tipos de alimentos con distintas características y requerimientos particulares en cuanto a condiciones de envasados y almacenamiento. En este sentido, pueden encontrarse en los comercios en muy distintas presentaciones en función del tipo de producto o la conveniencia.
Economía circular: “Cerrar el circuito”
El objetivo principal de la economía circular es “cerrar el circuito” y que los residuos generados a causa de la actividad socioeconómica de un territorio se conviertan en materia prima y puedan ser aprovechados para nuevos productos. Para ello es necesario un sistema de recogida, clasificación y reciclado eficiente que transforme los residuos en material secundario de calidad.
Fuente: Infopack
No hay comentarios sobre este contenido. ¡Publique el primero!