Autor: Portal Banco BBVA
Los insectos tienen un alto contenido en proteínas –entre 40 y 50 gramos por cada 100 gramos de insecto– y algunos proporcionan un porcentaje de ácidos grasos y Omega 3 similar al del pescado. También son ricos en fibra y micronutrientes como cobre, hierro, magnesio, fósforo, manganeso, selenio y cinc.
Todas estas virtudes sitúan a los insectos en la categoría de los alimentos nutritivos y saludables, con la ventaja añadida de que su producción requiere un menor consumo de alimentos, agua y terreno, y genera hasta un 90% menos de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que la ganadería convencional, según subraya José Sánchez, presidente de Aproinsecta, asociación que promueve la innovación y el desarrollo del sector de la insecticultura en España.
“El 26% de la superficie terrestre del planeta se está utilizando como pastos para ganadería, y el 33% de la tierra de cultivo también se destina a cosecha ganadera. Estas prácticas son responsables del 18% de las emisiones, principalmente de dióxido de carbono (CO2), gas metano (CH4) y óxido nitroso (N2O) que se emiten en todo el mundo, por lo que es necesario un cambio de paradigma”, plantea un informe sobre la actividad ganadera de producción de insectos en la Comunidad Valenciana (España) elaborado por la Associació Valenciana DÁgricultors (AVA-ASAJA).
La insecticultura es la producción primaria de insectos. “Se trata de una ganadería básica, reconocida por la Unión Europea. La normativa comunitaria incorpora los insectos como animales de granja”, detalla Sánchez. Mientras que se entiende por entomofagia el consumo de insectos por los seres humanos, según definición de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación). Existen más de 2.000 especies comestibles de insectos y arácnidos conocidas, de las que determinadas especies de grillos, escarabajos o saltamontes son las que tienen mayores posibilidades de formar parte de nuestra dieta.
La FAO ofrece algunas pinceladas de sus beneficios en su documento ‘La contribución de los insectos a la seguridad alimentaria, los medios de vida y el medio ‘ambiente’:
Las tasas de conversión alimento-carne –la cantidad de alimento que se necesita para producir un incremento de 1 kilogramo en el peso– pueden oscilar, pero son extremadamente eficientes. Por término medio, los insectos pueden convertir 2 kilos de alimento en 1 kilo de masa de insecto, mientras que el ganado requiere 8 kilos de alimento para producir 1 kilo de aumento de peso corporal.
Los gases de efecto invernadero producidos por la mayoría de los insectos son probablemente inferiores a los del ganado convencional. Los cerdos, por ejemplo, producen entre 10 y 100 veces más GEI por kilogramo de peso.
Los insectos plantean un riesgo reducido de transmisión de enfermedades zoonóticas (enfermedades que se transmiten de los animales a los humanos) como la H1N1 (gripe aviar) y la EEB (enfermedad de las vacas locas).
La cría y la recolección de insectos pueden ofrecer importantes estrategias de diversificación de los medios de vida. Los insectos pueden recogerse directamente del medio de manera sencilla. Apenas se necesitan medios técnicos o inversiones importantes para adquirir equipos básicos de cría y recolección.
“Una granja de insectos es un cultivo o cría vertical: se van apilando bandejas de cría de 16 de litros, donde se colocan los insectos con el pienso del que se alimentan. Todo en un ambiente controlado en cuanto a la temperatura o la humedad. Es más parecido a una planta de cultivo de champiñón que a cualquier otra ganadería”, describe el responsable de Aproinsecta, que cree que el siguiente paso será la incorporación de la insecticultura como herramienta de la bioeconomía circular, la economía basada en el uso sostenible de recursos biológicos. “En unos años alimentaremos a los insectos con materia orgánica vegetal subproducto de la agricultura y la industria alimentaria que ahora mismo se está desperdiciando”, avanza.
“La entomofagia se practica en muchos países de todo el mundo, pero principalmente en regiones de Asia, África y América Latina. La ingesta de insectos complementa la dieta de aproximadamente 2.000 millones de personas, y se trata de un hábito que siempre ha estado presente en la conducta alimentaria de los seres humanos”, recuerda la FAO. En Occidente, por ahora, existe una barrera cultural a la costumbre de comer bichos.
En mayo de 2021, la Comisión Europea dio luz verde a la comercialización como alimento del gusano de la harina o larva de escarabajo oscuro, en noviembre hizo lo propio con la langosta migratoria, y el grillo doméstico se aprobó en febrero de 2022. Y hay más especies autorizadas para la comida de animales: mosca soldado negra, mosca común, escarabajo de la cama, grillo rayado o el grillo bicolor.
Fuente: bbva.com
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