Autor: Portal Mundo Deportivo
Los ingredientes tecnológicos son aquellas sustancias de origen natural o sintetizadas químicamente que pueden emplearse en la producción de alimentos por las diferentes funciones tecnológicas que desarrollan, de acuerdo con el Ministerio de Consumo.
Todos ellos están sometidos a una estricta regulación y su empleo siempre está supeditado a garantizar previamente su seguridad para los consumidores. Estos ingredientes no son indispensables, pero sin ellos no sería posible la comercialización de muchos de los alimentos que hoy día están disponibles en el mercado.
Por ejemplo, si vemos un producto que hace mención a “aroma cafeína”, “aroma de vainilla” o “aroma de limón” estamos ante un alimento en el que se ha empleado un ingrediente tecnológico.
Según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), existen cuatro tipos de ingredientes tecnológicos: aditivos alimentarios, aromas alimentarios, enzimas alimentarios y coadyuvantes tecnológicos.
Son productos que aumentan la velocidad de una reacción bioquímica específica, lo que favorece el proceso de elaboración de un alimento. Por ejemplo, en el caso de la elaboración de queso se utilizan enzimas proteasas, algo que permite la coagulación de la leche. Estos ingredientes pueden permanecer o no en el alimento en cuya elaboración se utilizan. Si es así, de acuerdo con la AESAN, deberán figurar en la lista de ingredientes del etiquetado del alimento. Sin embargo, otras veces solo se emplean durante el proceso de elaboración y se eliminan en la parte final, por lo que no son ingeridas por el consumidor.
Según la AESAN, son sustancias que normalmente no se consumen como alimentos, ni se usan como un ingrediente característico de los mismos, pero que son añadidas con un propósito tecnológico: aportar color o dulzor o prolongar su conservación, entre otras. Deben cumplir tres premisas: ser seguros, responder a una necesidad tecnológica razonable y no inducir. Estos sí que deben de figurar en la lista de ingredientes del alimento, indicándose tanto la función tecnológica como el aditivo en cuestión.
Se utilizan durante los procesos de elaboración de los alimentos, aportando alguna ventaja o ayuda para alcanzar un fin tecnológico que no sería posible conseguir sin su empleo. Por lo tanto, no forman parte de la composición final de los alimentos en cuya elaboración participan o lo hacen en una concentración muy baja. Por eso, no debemos alarmarnos si no vemos mención alguna en la lista de ingredientes. Por ejemplo, el ácido poliaspártico puede ser empleado en la elaboración del azúcar como agente de dispersión biodegradable, evitando la formación de depósitos de fosfato de calcio y magnesio durante su proceso de producción.
Solo son utilizados en los alimentos para otorgarles un olor o un sabor, o modificar el suyo propio. El término “aromas”, habitual en muchos productos que encontramos en los supermercados, engloba un amplio grupo de productos, más simples o complejos en forma de preparaciones y con origen natural o sintético. Su empleo siempre debe reflejarse en el etiquetado de los alimentos con la mención “aromas”. Y, en algunos casos, se completan con términos adicionales como, “aroma cafeína”, “aroma de vainilla” o “aroma de limón”.
Fuente: Portal Mundo Deportivo
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