El consumo de insectos: una innovación alimentaria que exige los máximos controles de calidad
Autor: Valeria Muñoz Espinoza - Equipo Industria Alimentaria

La entomofagia, o consumo de insectos, se ha posicionado como una alternativa alimentaria sostenible y nutritiva en diversas culturas alrededor del mundo. Sin embargo, su integración en la dieta occidental plantea desafíos significativos en términos de seguridad alimentaria y control de calidad. Es esencial garantizar que los insectos destinados al consumo humano se críen y procesen bajo estrictas normas sanitarias para prevenir riesgos asociados a contaminantes biológicos y químicos.
En la Unión Europea, la regulación de los insectos como alimento está sujeta al Reglamento Europeo 2015/2283, que clasifica a los insectos como "nuevos alimentos". Este marco legal establece que cualquier insecto o producto derivado debe someterse a una evaluación rigurosa por parte de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) antes de su comercialización. Hasta la fecha, se han autorizado especies como la larva del gusano de la harina (Tenebrio molitor), la langosta migratoria (Locusta migratoria) y el grillo doméstico (Acheta domesticus).
La producción de insectos para consumo humano ofrece ventajas medioambientales notables. Requiere menos recursos en comparación con la ganadería tradicional, emitiendo menores cantidades de gases de efecto invernadero y utilizando menos agua y espacio. No obstante, es crucial implementar controles de calidad exhaustivos en todas las etapas de producción, desde la cría hasta el procesamiento y almacenamiento, para asegurar la inocuidad del producto final.
Un aspecto fundamental es la alimentación de los insectos. Deben ser alimentados con sustratos libres de contaminantes y criados en condiciones higiénicas controladas para minimizar el riesgo de contaminación microbiológica. Además, es necesario establecer protocolos de procesamiento que incluyan etapas de cocción o deshidratación adecuadas para eliminar posibles patógenos.
La trazabilidad es otro componente esencial en la cadena de producción de insectos comestibles. Los productores deben mantener registros detallados de cada lote, incluyendo información sobre la especie, origen, condiciones de cría y métodos de procesamiento. Esta práctica facilita la identificación y gestión de posibles riesgos, garantizando la seguridad del consumidor.
A medida que la demanda de productos a base de insectos crece, es imperativo que las autoridades reguladoras y la industria colaboren para desarrollar y mantener estándares de calidad robustos. Solo a través de un enfoque riguroso en la seguridad alimentaria se podrá asegurar que esta innovación alimentaria se integre de manera segura y aceptable en la dieta de la población.
Fuente: The Conversation